viernes, 1 de enero de 2010

Un ensayo acerca de los amores de Dios

Estaba degustando un café expreso en aquel lugar especial que solo Dios y yo conocemos... Mientras el humo del café caliente subía, elevaba mi acción de gracias a los cielos por esta hermosa vida, por esta bella tarde de sol en donde el azul cielo se confunde con las nubes de algodón. El perfil de los Andes contrasta con las verdes palmeras de la calle. Una brisa fresca, una melodía moderna pero suave y el familiar aroma del café adornan este espacio-tiempo en algún punto del cosmos. Un poco de lujo embellece este suspiro de selva urbana: orden, belleza y armonía. Las personas caminan por la calle casi como por inercia: tranquilos, felices y en paz.
Hoy me siento como un ciudadano del universo que piensa, medita y reflexiona: Me di cuenta que mis pecados han sido tan grandes como mis sueños. Le pedí perdón de corazón al creador y concluí que todavía no he aprendido nada. En mi mente circulaban muchos pensamientos y determinaba que dentro de las lides del crecer espiritual, para Dios -en su infinita grandeza- no existe mayor diferencia entre el hombre más perverso y el hombre más bondadoso ya que para la eternidad, cien años de crecimiento espiritual son un suspiro y que todos necesitamos un nuevo comienzo en nuestro caminar por la vida…
Pensaba que Dios nos prepara desde el momento de nuestro nacimiento para cumplir con el verdadero propósito de nuestras vidas: cada lugar, cada persona, cada tiempo, cada recuerdo, cada prueba es parte del proceso. Como que si la vida fuera la sumatoria de aquellos pensamientos, sentimientos y experiencias que nos permiten explorar la dimensión de la fe en Dios.
Entre mis manos hojeaba una biblia, y meditando en el libro del Génesis, en el principio de los tiempos -cuenta la historia- que Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras este dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Concluyo en mi pensamiento que la mujer idónea nace del sueño más profundo del varón. Que Adán fue el primero que soñó con una mujer y Dios Padre hizo realidad su sueño. Eva fue el cumplimiento del sueño más íntimo de Adán: “Amor mío, tú naciste de mi sueño más profundo, hueso de mis huesos, carne de mi carne, serás llamada Varona porque del varón fuiste tomada”.
Si Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, la mujer fue creada a imagen y semejanza del hombre. Pensaba que el libro de Génesis relata una historia de amor, en donde Dios Padre se enamora de la Creación y fruto de ese amor nació el hombre. La Creación tiene sexo femenino y es la ayuda idónea de Dios. El sueño más profundo del Padre fue la Creación, en donde dijo Dios: Sea la luz, y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena. Y luego dijo Adán: sea Eva, y fue Eva. Y vio Adán que Eva era buena.
Pienso no con la mente sino con el corazón que el Génesis representa a la semilla, Dios sembró su semilla en la tierra fértil: conoció el Padre a la Creación, la cual concibió y dio luz a Adán, así como conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín. Dios es el autor de la creación mientras Adán es el autor de Eva. Dios le cambió el nombre a la Creación: ahora se llama Creación de Dios. El Varón le cambió el nombre a la Varona: ahora se llama Eva de Adán.
Cantar de cantares, la Creación es la novia de Dios y le canta una canción de amor y de adoración: ¡Oh, si él me besara con besos de su boca! Porque mejor son tus amores que el vino.
Cantar de cantares, en donde Dios declara un poema de amor a la Creación y producto de ese amor nace el Hijo de Dios: Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa; miel y leche hay debajo de tu lengua.
El Padre está enamorado de la Creación y le dice: He aquí tú eres hermosa, amiga mía; he aquí eres bella; tú eres la niña de mis ojos. La creación está enamorada de Dios y sus ojos son las estrellas, el sol es de leche y la luna de miel: He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y dulce, nuestro lecho es de flores… Dios y la Creación bailan como dos enamorados una bella melodía con acordes de piano, violín y bandoneón en el infinito silencio del cosmos en donde solamente existen gestos de amor y adoración...
De repente la mesera, con una sonrisa dulce, me interrumpe: “Señor, aquí está la cuenta”. Le correspondí con un gesto amable y le dije: “¡Muchas gracias! Muy buen café, te puedes quedar con el cambio”. Dentro de mi ser sentí una extraña sensación ya que no sé por qué razón su tierna mirada me recordaba a Eva…
Y retornando a mi profundo cavilar concluía que la Vía Láctea cuenta las crónicas de una gran historia de amor. Son crónicas de amores celestiales, amores de otros cielos, amores en donde dos Espíritus se enamoran. Amores de seres divinos, amores de otro cosmos que sobrepasan los límites de la imaginación…