domingo, 11 de octubre de 2009

Enmarcando nuestra vida con la Palabra de Dios

La Palabra de Dios es el marco para nuestra vida que establece las pautas, límites y fronteras para nuestras acciones, pensamientos y sentimientos. Si nuestra vida fuese como un cuadro, la Palabra es el marco en donde reposa la obra.
Nuestras palabras tienen poder sobre nuestra vida y la vida de los demás. En el libro de Génesis 1:2, 3 está escrito: “Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz”. El universo fue creado por la palabra de Dios, tal como lo dice en Hebreos 11:3: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.”
Si el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios, nuestras palabras y nuestras confesiones también tiene poder sobre nuestro propio universo que es nuestra vida. La fe es como una sustancia que se amolda a nuestras palabras, así como el alfarero moldea el barro y crea una vasija. De la misma manera moldeamos nuestras circunstancias con nuestras confesiones de fe. La perspectiva adecuada para apreciar nuestras circunstancias es desde el plano de la fe. Cuando vemos algo sin esperanza, desde el punto de vista del Reino de los Cielos se lo aprecia muy diferente.
Proverbios 18:21 dice: “La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos.” Por tanto con nuestras confesiones podemos decretar muerte o vida, a través de estas podemos cosechar frutos buenos o malos. Debemos escoger las palabras que decimos y medir las consecuencias de nuestras confesiones ya que con el poder de nuestras palabras solamente debemos hablar luz, tal como lo hizo Jesús, además nuestra lengua también debe ser salva.
Existen muchos dichos y expresiones que se dicen en el lenguaje cotidiano y constituyen malas confesiones, como lo son:
* Malas palabras
* Insultos
* Maldiciones
* Quejas
* Malas canciones
Por ejemplo: “¡Me muero!”, “¡pobrecito!”, “¡estás salado!”: Son expresiones que parecen inofensivas y a veces nos causan gracia pero decretan muerte, pobreza y desgracia.
Muchos malos dichos son heredados a través de varias generaciones por medio de la tradición de padres a hijos, incluso a nivel cultural y nacional. Estas expresiones constituyen maldiciones generacionales y culturales, por tanto debemos reflexionar acerca de lo que decimos y sustituir toda mala confesión por confesiones de fe, las cuales las podemos encontrar en gran cantidad en la Biblia.
En Santiago 3:9 refiriéndose a la lengua dice: “Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios”.
Lo que nosotros hablamos es lo que nosotros recibimos, siempre cosecharemos los frutos de nuestras palabras sean buenas o sean malas, las digamos en público o las digamos en secreto.
En el libro de Números 14:28 dice: “Diles: Vivo yo, dice Jehová, que según habéis hablado a mis oídos, así haré yo con vosotros”. Es necesario recordar respecto a este pasaje (Números 13, 14) que solamente Josué y Caleb pudieron tomar posesión de la tierra prometida debido a su confesión de fe, mientras que los otros hombres que dieron un mal reporte murieron y no pudieron tomar posesión de su herencia.
La tierra de nuestra nación es buena y por tanto debemos decretar un buen reporte sobre ella y proclamar que cada alma será ganada para el Reino de los Cielos.
Debemos controlar lo que decimos y no debemos decir todo lo que queremos. Nosotros somos como los arquitectos de una estructura que representa a nuestra vida, los planos de la obra representan nuestras palabras.
Para ampliar un poco más en el libro de Santiago 3:9-11 encontramos respecto a la lengua y las confesiones: “Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?”. Cuidemos mucho las confesiones que hacemos sobre nuestros seres queridos. Las malas confesiones no cambiarán a las personas para bien. Nuestras familias son el producto de las palabras que hablamos, por lo cual debemos enmarcar su vida con la Palabra de Dios. Algunos ejemplos de confesiones de vida especialmente sobre nuestros hijos son:
* Isaías 54:13, 17: “Y todos tus hijos serán enseñados por Jehová; y se multiplicará la paz de tus hijos”. “Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá, dijo Jehová”. Dios dará paz a nuestros hijos y los protegerá.
* Isaías 49:25: “Pero así dice Jehová: Ciertamente el cautivo será rescatado del valiente, y el botín será arrebatado al tirano; y tu pleito yo lo defenderé, y yo salvaré a tus hijos”. Dios salvará a nuestros hijos.
* Salmos 112:1, 2: “Bienaventurado el hombre que teme a Jehová, y en sus mandamientos se deleita en gran manera. Su descendencia será poderosa en la tierra; la generación de los rectos será bendita.” Nuestros hijos derrotarán con poder al reino de las tinieblas.
* Isaías 65:23 “No trabajarán en vano, ni darán a luz para maldición; porque son linaje de los benditos de Jehová, y sus descendientes con ellos”. Dios bendecirá nuestros hijos.
* Proverbios 20:7 “Camina en su integridad el justo; sus hijos son dichosos después de él”.
Finalmente, en el día del juicio daremos cuenta por cada una de nuestras palabras: Mateo12:36 dice “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.”

Aplicaciones:
Ejercicio 1:
1. Busca en la Biblia tres confesiones de fe que te gustaría que se cumplan en tu vida o la de tus seres queridos.
2. Transcríbelas en un papel y pégalo en el espejo del baño.
3. Confiésalas cada vez que las veas en voz alta.

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